viernes, 7 de octubre de 2011

Todo pasa y todo queda

Me gustaría hablar sobre lo precario y la precariedad, palabras que continuamente se escuchan y que a mi a veces me confunden.
Claro, yo como cualquier ser humano, ansío seguridad, tanto en lo físico como en lo psicológico pero la vida me va enseñando que eso es una falacia, algo irrealizable en todos los sentidos: "que paren el mundo, que me bajo", decía...¿un chiste?. Es imposible, la materia misma está en continuo movimiento; uno piensa que en la tierra (no en el mar) puede estar quieto pero es mentira, el suelo se puede abrir a nuestro paso en cualquier momento y sobre nuestras cabezas puede caer cualquier cosa: un cascote de nuestra propia casa, una piña de un pino, una rama de un árbol o...Y hay que vivir con eso y ser una persona normal ...
Entiendo muy bien a esos antepasados nuestros que pasaban el día mirando al cielo continuamente, y a esos que vivían mirando al suelo, o al horizonte o ...las paredes de su propia celda. Y me admiro cuando leo que ha habido gente como Miguel Hernández que dentro de una prisión ha sido capaz de escribir:
"Libre soy, siénteme libre
solo por amor ..."
o
"No, no hay cárcel para el hombre,
no podrán atarme, no,
este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa?,
¿Quién amuralla una voz?
Y entonces, cuando vuelvo a pensar en la precariedad y todo ese rollo en el que vivimos ahora, con todos los medios de comunicación hablando de los mismo, reflexiono y me acuerdo de mis padres. Ellos nacieron en 1922 y 1923 y vivieron el infierno de la guerra de muy niños y murieron a principios de siglo en una época de tranquilidad y bonanza, pero nunca perdieron de vista el valor de las cosas y de las personas y eso nos enseñaron a sus hijos: cuidar las cosas, mimar a los amigos, la hospitalidad es sagrada, la comida no se tira, la discreción, procurar no molestar a los demás, no derrochar, en fin una serie de consejos que durante un tiempo parecieron pasados de moda.
En este mundo de locos en el que parecemos vivir ahora, yo les agradezco cada día el haberme abierto los ojos para ver la vida de esa manera: para mi la amistad es lo mejor de este mundo, mis amigos haga lo que haga, siempre me querrán; la honradez, ser fiel a uno mismo es la base de la vida. Y el amor es el motor que mueve el mundo, aunque sea a trompicones. Vicente Aleixandre lo expresó muy bien: La destrucción o el amor.
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4 comentarios:

  1. Querida Carmen:
    Todo lo que dices es verdad, sólo me queda una reflexión: Que este mundo es temporal, que a priori nadie elige como viene ni cuando... Quizás por eso, yo siempre he creído, que los antiguos miraban las estrellas.
    Saludos.
    J. Ramón

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  2. Es cierto, muchas gracias por tu comentario. Un saludo Carmen

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  3. Muy buena entrada. ¿Será que es época de reflexión?

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    1. Sí, para mi la reflexión es necesaria, como la poesía, como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto para ser,...como diría Gabriel Celaya. Un beso Carmen

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